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A México le queda el 30% de los bosques que tenía hace 200 años

Los bosques tropicales desaparecen a una velocidad alarmante debido a la deforestación. Sin embargo, tienen el potencial de volver a crecer de manera natural en terrenos abandonados que se usaron para actividades ganaderas o agrícolas, revela un estudio internacional en el que participa la UNAM.

El trabajo, donde colaboran cerca de 60 investigadores de diversas instituciones de América, Europa y África, tiene como autor principal a Lourens Poorter, de la Universidad de Wageningen, Países Bajos, fue publicado recientemente en la revista Science.

La investigación muestra que los ecosistemas formados por floresta en desarrollo (o montes secundarios) se regeneran de manera natural a una velocidad rápida, de tal forma que en 20 años pueden alcanzar valores equivalentes a casi el 80 por ciento de la fertilidad del suelo y de la diversidad de árboles que tienen los árboles maduros, bien conservados.

El estudio, en el que participan Patricia Balvanera Levy, Miguel Martínez Ramos y Francisco Mora Ardila, académicos del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES); así como Jorge Arturo Meave del Castillo, de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM, concluye que la regeneración natural es una solución de bajo costo para la mitigación del cambio climático, la conservación de la biodiversidad y la regeneración de los ecosistemas.

“El resultado más importante señala que áreas de bosques tropicales que fueron abandonadas y usadas para actividades agrícolas o para crianza de ganado, tienen un potencial de recuperarse en términos de su diversidad de especies, el tamaño de los árboles o la cantidad de biomasa o material vivo de los árboles”, explicó Martínez Ramos, del IIES.

Aclaró que la recuperación varía entre regiones, pues las más secas se recuperan un poco más rápido que las húmedas, además de que para que vuelvan especies de plantas y animales nativas de ese ecosistema se requiere mucho más tiempo, hasta más de un siglo. “Podemos usar la restauración natural de estos bosques para una serie de cosas en beneficio de la naturaleza y la sociedad”, consideró.

Martínez Ramos calculó que en el país tenemos cerca de un tercio de bosques tropicales cubiertas por un tipo de floresta secundaria que crece naturalmente, muchas veces porque el suelo dejó de ser productivo para la explotación agrícola o ganadera.

“La conservación de los bosques es primordial. Lo que queda de ellos en México es menos del 30 por ciento de lo que había hace 200 años. Y estos bosques secundarios pueden recuperar propiedades como la capacidad para almacenar carbono a través de la fotosíntesis, mejorar las condiciones del suelo, mantener especies de plantas y animales, pero lo mejor es que hay posibilidades de recuperar bosques a un costo bajo”, señaló.

Mencionó que el rescate en áreas degradadas implica dinero y trabajo, mientras que esta propuesta sugiere la regeneración natural. “Tiene algunas reglas, por ejemplo, es más eficiente cerca de bosques maduros o zonas de conservación, y es más rápida cuando el suelo no ha sido tan deteriorado por la siembra o la crianza de ganado; mientras que a medida que el suelo ha sido explotado con siembra mecanizada, el proceso es más complejo”, aclaró.

Francisco Mora Ardila, investigador del IIES y también colaborador del estudio, comentó que la regeneración natural es la capacidad que tienen los bosques de recuperar su estructura, diversidad y funcionamiento a través de las propiedades de los seres vivos que los conforman.

Explicó que el equipo internacional de ecólogos tropicales analizó la recuperación de 12 atributos ecológicos de los bosques secundarios durante el proceso de regeneración natural y cómo la recuperación de cada naturaleza se relaciona con la de otros. Para ello, usaron información obtenida de 77 paisajes y más de dos mil 200 parcelas de bosques secundarios distribuidas en diferentes países de América tropical y África occidental.

“Hay cuatro grandes grupos de recursos: los que tienen que ver con la condición del suelo, con la diversidad de organismos, con el funcionamiento del bosque y con su estructura, apariencia o fisonomía”, detalló.

Mora Ardila comentó que la biomasa aérea viva, la cual también la evalúan, mide los troncos, hojas, insectos que hay por arriba del suelo; cuántas especies diferentes de plantas y árboles hay en ese ecosistema; y el contenido de carbono que existe en el suelo, pues captura el dióxido de carbono atmosférico causante del calentamiento global. 

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