La última vez que se usó fue en una cárcel francesa, con un inmigrante tunecino, Hamida Djandoubi, quien asesinó a su exnovia y fue condenado a morir por este método el 10 de septiembre del 1977.
Aunque el artefacto se le atribuye a Guillotín, no fue más que su impulsor, pues se sabe que durante el siglo XIII en países como Alemania, Escocia, Italia e Inglaterra ya había presencia se similares, sin embargo, quizá fueron las palabras con las que Guillotín la vendió como un novedoso método para los condenados a morir, “en un parpadeo, se decapita a la persona, que no siente más que frescura”.
Hay que recordar que el uso de la guillotina pasó de las plazas públicas poco a poco a la intimidad de una prisión, pero en 1939, dejó de ser la ejecución un evento masivo para darle paso al hecho privado, pues la condena moral tenía cada vez más peso, hasta que en la década de los setentas, no tan alejada de los años actuales, se dejó de lado.
Los periódicos que escribieron sobre la ejecución de Djandoubi, citan como la gente lo hizo el evento del año, rentó departamentos para tener una mejor vista, como el condenado usaba una prótesis en la pierna, misma que le fue quitada para la decapitación, tuvo entones que ir de rodillas a la guillotina.
Según los registros franceses, Durante el periodo del Terror, fueron 16 mil 594 personas las que tuvieron el final de sus vidas en la guillotina; la Plaza de la Concordia era una de las locaciones favoritas, Luis XVI y María Antonieta fueron ultimados ahí.
Curiosamente, se sabe que la mayoría de las personas, hace casi 50 años aún estaba a favor de su uso; con la última ejecución en 1977 se abrió la puerta para que finalmente en 1981 se diera la abolición de la pena de muerte.
