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¡La historia no se olvida!

Se conmemoran 50 años del fatídico día en el que el gobierno decidiera manchar de sangre la historia del país, ese miércoles 2 de octubre de 1968 el gobierno de Díaz Ordaz dio bandera blanca para que se realizara la matanza contra estudiantes, maestros, comerciantes, padres de familia y niños.

¡Dos de octubre, no se olvida!, es la consigna que se ha escuchado durante 50 años en las manifestaciones que conmemoran uno de los días más desgarradores contra la represión de estudiantes.

Norma, tiene 65 años, asiste sin falta cada 2 de octubre con una flor roja al recorrido que se organiza para honrar la memoria de las personas a las que se les arrebataron la vida buscando un futuro mejor.Así fue donde la conocí y sin dudarlo me volvió a contar una de las historias que le cambiaron la vida cuando apenas era una adolescente pero que gusta de compartirla para que no se olvide jamás.

Norma asistía a la preparatoria de San Idelfonso de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuando el movimiento comenzó a florecer. Los rumores de que los policías y estudiantes tenían enfrentamientos comenzaron a recorrer las diferentes universidades.

“Habían rumores de que los estudiantes tenían rivalidad con la policías, pero no era un hecho y un día llegaron a la prepa y comenzaron a golpear la puerta hasta que la tiraron, nos gritaban los maestros que no saliéramos pero todos corrían a todas partes con mucho miedo,
Ese día salimos de la escuela como a las nueve de la noche, yo buscaba como desesperada a Fernando, mi peoresnada de ese entonces, creímos que ya no había nadie pero comenzaron a disparar de no sé dónde… yo no sabía a dónde ir hasta que Fátima jaló mi brazo y me refugió cerca de la entrada. Ese día nos dimos cuenta que no eran rumores, que nos querían matar”.

La angustia, el miedo e impotencia son los sentimientos que pude ver en sus ojos mientras ella no dejaba de hablar, me contaba todo con tanta urgencia que daba la impresión de que alguien la estaba persiguiendo.

Ser estudiante en ese momento era peor que ser un criminal, en muchas ocasiones Norma intentó disfrazarse para poder pasar desapercibida ante los ojos de la policía pero era imposible de ocultar.

“Tenía miedo de parecer estudiante, pero era imposible disimular, sabíamos que algo inevitable estaba pasando cuando se suspendieron las clases, no sabíamos del paradero de muchos compañeros, nunca más volvimos a saber de ellos”

Después de ese ataque en las instalaciones de la preparatoria de San Idelfonso, las cosas comenzaron a cambiar, los maestros y estudiantes podían sentir una angustia constante pero a pesar del miedo decidieron organizarse.

Aunque las cosas se veían por los suelos, recuerda que junto con sus compañeros reunieron pretextos para ser valientes y comenzaron a organizarse, “pues no queríamos perder el año”. Escribieron un pliego petitorio donde demandaban la salida de los cuerpos armados de las instalaciones de la universidad, la aparición inmediata de compañeros y la liberación de presos políticos, como sus solicitudes principales.

El movimiento comenzó a cobrar vida, las demandas de los estudiantes eran muy claras, dos meses antes se organizó una manifestación en el Zócalo de la ciudad donde asistieron aproximadamente 200 mil personas.

“Yo iba tarde por esperar a Fer, cuando llegamos había tanta gente que me daba miedo perderme, estaban dando el primer discurso y comenzamos a escuchar un montón de ruido, eran los militares y comenzaron a golpearnos para desalojarnos de ahí”

…Norma comienza a llorar, pues fue la última vez que acudió a un mitin en ese año. No sabe si fue suerte, o falta de valor lo que le salvó la vida pues el primero de octubre recibió una llamada por parte de la prima de su mamá donde le aseguraba que era una trampa y que ahora sí los iban a matar. No la dejaron salir de su casa y tampoco volvió a regresar a aquella preparatoria, su vida cambió como la de miles de personas que vivieron de diferente manera la triste historia de una matanza sin sentido.

Después de 50 años, Norma siempre asiste a la manifestación para conmemorar la memoria de sus amigos, maestros, compañeros, va vestida de blanco para ofrecerles paz, una flor roja para no olvidar la sangre derramada y su voz para gritar ¡Dos de octubre, no se olvida!

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