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Cine

La revolucionaria Enamorada…

Las producciones de época son obligadas en el cine; estas requieren un enorme esfuerzo desde la investigación, preparación y hasta la fase de postproducción. Parte de su naturaleza es el romanticismo inherente a tiempos pasados que provoca sobre una audiencia que muy probablemente no la haya vivido. La fórmula en la que se mezclan la historia y la ficción han dado a lugar producciones memorables como la revolucionaria Enamorada, de 1946.

En el cine de oro mexicano, las películas de charros evocan esa nostalgia, idealizan una era y generan una sensación de misticismo alrededor de los personajes. Le quitan lo terrible, los horrores, para dejar “un buen recuerdo”.

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En Enamorada, Emilio “El Indio” Fernández crea un retrato fehaciente del tiempo de la revolución en la provincia mexicana, donde la lucha se sentía más crudamente. Apartados del progreso, las noticias viajaban lento. La ayuda, aún más.

Cholula, Puebla, México, es el lugar donde se desarrolla la historia del general José Juan Reyes (Pedro Armendáriz), quien llega junto con su tropa para establecerse durante un tiempo. Esto implica que tome el control del poblado por la fuerza, saqueando a los ricos y cumpliendo su voluntad, en nombre de la revolución.

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Reyes es duro, un hereje, más puede ser justo. Tan justo como lo es alguien que ha vivido “por las malas” y sin gozar de muchas bondades provistas por la vida.

El sacerdote del pueblo es el padre Rafael Sierra (Fernando Fernández, primo del director), quien conoce desde la infancia al duro general. Iniciaron su amistad en el seminario y se perdieron la pista cuando la vida los llevó por caminos opuestos. Es “Sierrita” -como le llama Reyes-, quien fungirá por momentos como una suerte de conciencia para el militar. Es el único que le puede levantar la voz sin terminar en el paredón.

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La historia toma un giro inesperado cuando Reyes conoce a Beatriz (María Félix), hija del adinerado Carlos Peñafiel (José Morcillo). Todo cambia, no sólo para el rudo guerrillero, sino para el mismo espectador, ya que la cinta pierde seriedad y toma tintes de comedia.

El revolucionario queda prendado de Beatriz, franca y de recio carácter, quien lo hará ver su suerte. La hermosa mujer suele dominar sobre cualquier situación y no existe autoridad que se le resista; ni su padre, ni el cura, ni el mismo general Reyes.

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La producción cuenta con grandes actuaciones y un estupendo guion, escrito por Emilio Fernández e Íñigo de Martino. Asimismo, los aspectos técnicos cuentan con un elevado nivel; llaman la atención los diseños de escenarios y los vestuarios, ambientando todo lo que la cámara desea ver. Y no es poco.

El lenguaje visual utilizado por Fernández y el cinematógrafo Gabriel Figueroa es de grandes dimensiones, desde los montajes iniciales que son aprovechados para situarnos en la época y lugar, como el regimiento a caballo que galopa rumbo al poblado. La cámara los sigue a la misma velocidad, de lejos, con árboles que pasan en primer plano, generando artístico contraste, con profundidad y ubicación.

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Igual sucede cuando arriban a Cholula, momento en que conocemos a los pobladores y parte de la arquitectura, como el exterior de la iglesia, locación recurrida en la historia.

Una gran secuencia es cuando conocemos a Reyes, el duro militar. El general recibe a varios de los hacendados para despojarlos de sus bienes de acuerdo al juicio expedito al que los somete tan solo hablando con ellos. Es en ese momento cuando se reencuentra con el clérigo y, de pronto, el inflexible hombre muestra su lado humano. Todo transcurre en interior, más precisamente dentro de un foro de cine. El intercambio entre Armendáriz y Fernández es casi teatral y muy inspirado.

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Las interacciones son fundamentales en Enamorada, así como sus cambios de ritmo, sus momentos cómicos, los de amor y, por supuesto, su inmortal Malagueña. Félix y Armendáriz tienen intercambios que llegaron a ser icónicos en el cine mexicano, como el momento en los portales, cuando Reyes pretende imponerse –y cortejar- a Beatriz. Él va a caballo y ella a pie, más Beatriz es quien tiene el control.

La secuencia es simbólica, ya que la toma es en perspectiva y con punto de fuga, esto genera profundidad y lucimiento del exterior. La fotografía nos muestra el contraste no sólo de luces, sino entre las personalidades de los personajes: Beatriz está protegida por la sombra, Reyes al rayo de sol. Mientras ella ha crecido cobijada por la fortuna, él se ha hecho “a la mala”. Como señala el propio militar en otro momento, “si somos diferentes, no es culpa mía ni por méritos de usted”.

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Otro buen intercambio es el que observamos en la cantina, cuando Reyes se ha enamorado perdidamente por primera vez en su vida. En la secuencia, Armendáriz es prácticamente referencia, pues es Don Joaquín (Eduardo Arozamena) quien hace un conmovedor soliloquio de casi tres minutos, con cámara impávida (tras un movimiento inicial), y sin interrupciones; ni siquiera hay entrecorte para mostrar reacciones de Armendáriz.

Son ya 75 años del estreno de esta magnífica producción, la Navidad de 1946, y sus muchos logros continúan siendo referente en la historia del cine mexicano.

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Iñigo Pérez

25 años en medios de comunicación, seguidor del comic (desde antes de que fueran "cool"), de la música, del cine y de las series. El arte se expresa de muchas formas... solo tienes que plasmar el tuyo.

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