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Los niños no son monstruos

Cada que sucede una tragedia como la recién sucedida en Torreón, es una sacudida fuerte que brinda la oportunidad de reflexionar sobre lo que se ha hecho y lo que se ha dejado de hacer. Las dudas y certezas sobre las posibilidades de haber podido evitar el suceso empiezan a revolotear en las mentes de aquellos que han sido cimbrados ante los hechos que al parecer, nunca tendrán una explicación verdaderamente convincente.

Tal vez… si todos los niños fueran engendrados y a su vez educados con amor y desde el amor.

Tal vez… si tener hijos no fuera por un mandato social, o ignorancia y/o indiferencia a los métodos anticonceptivos y sólo fuera porque en verdad se desea tenerlos.

Tal vez… si los varones reflexionaran más acerca de si desean la paternidad o de lo contrario se responsabilizaran de evitar ser padres.

Tal vez… si los niños fueran educados en el seno de un grupo de personas que los aman y menos de instituciones que dan los cuidados básicos pero no pueden dar amor.

Tal vez… si se intentara que los niños fueran testigos de un mayor contacto entre personas y un poco menos del robotizado contacto con la tecnología.

Tal vez… si las familias volvieran a ser grandes como antes y por lo numerosa fuera obligado el compartir, jugar e interactuar.

Tal vez… si los roles de las mujeres fueran más compatibles y el trabajo no limitara el tiempo de calidad con sus hijos.

Tal vez… si el estado asumiera a cabalidad que debe cumplir con los derechos del menor.

Tal vez… si todos comprendieran que no sólo la familia educa, sino todo el entorno y eso llevara a reflexionar lo que se hace y dice delante de un menor.

Tal vez… si la información en redes sociales, la radio, la televisión y el Internet estuviera en verdad regulada.

Tal vez… si lo más valorado fueran las personas y no el dinero.

Tal vez… si la salud mental fuera valorada y cuidada en las instituciones educativas y de salud.

Tal vez… si los niños y jóvenes tuvieran la confianza para expresar sus sentimientos y emociones.

Tal vez… si las personas se tomaran el tiempo de observar los cambios de comportamiento en las personas que le rodean.

Tal vez… si fuera imposible que un niño tuviera acceso a un arma.

Tal vez… si el estado tuviera con qué garantizar la educación, cuidados, formación y salud física y mental de los niños.

Tal vez… si las universidades formaran más psicólogos y menos técnicos.

Tal vez… si el sistema le diera más importancia al amor que al mercado.

Tal vez… sólo tal vez.

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Alma Olvera Santos

Sindicalista, feminista, aficionada a las letras. Ganadora del 3er lugar en Narrativa de IV Concurso Internacional de Poesía y Narrativa Vivencias 2011, del Instituto Cultural Latinoamericano en Junin, Buenos Aires, Argentina.

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