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Ocultos en camiones, en busca del sueño europeo

Te mostramos una de las caras más dramáticas de la inmigración irregular desde el norte africano.

Update México asiste en Melilla, ciudad española en el norte de África, a un dispositivo policial para detectar inmigrantes que intentan embarcarse hacia la península Ibérica.

“No quiero que me devuelvan a Marruecos”. Quien teme ser expulsado a su país de origen se llama Ali, supera los 20 años y observa desde lo alto cómo agentes de la Policía Nacional registran, ayudados de perros especializados en detectar personas ocultas, los camiones que se dirigen hacia la zona de embarque del puerto de Melilla.

Junto con Ceuta, esta es una de las dos ciudades españolas rodeadas de territorio marroquí.  

El joven se encuentra en la carretera que sube hacia el recinto amurallado de la ciudad vieja, desde donde se contemplan las instalaciones portuarias. Muchas veces ha intentado acceder a la zona de seguridad, sin éxito. Como tantos otros jóvenes y niños de origen magrebí que viven a la intemperie con la intención de introducirse como polizones en alguno de los buques que a diario parten hacia la península Ibérica. Los que en las estadísticas oficiales reciben el apelativo de “mena”, acrónimo de menores extranjeros no acompañados.

Operación Feriante

Son las diez de la noche, pero la denominada Operación Feriante ha comenzado muchas horas antes, al despuntar el alba. La jornada anterior habían concluido las fiestas patronales de Melilla, una semana de celebraciones en las que los melillenses disfrutaron de las atracciones desplegadas en el recinto ferial. En ese mismo espacio, los feriantes retiran de madrugada sus instalaciones para introducirlas en camiones que embarcarán rumbo al territorio peninsular español.

Varios de esos camiones transportan las atracciones de feria, dispositivos con muchos recovecos donde poder ocultarse. Y ese es el objetivo de los menores y jóvenes que malviven en la calle: introducirse sin ser vistos en alguno de esos huecos, con lo que, consciente o inconscientemente, ponen en riesgo su integridad física y, quizás, su vida. Una de las caras más dramáticas de la inmigración irregular desde el norte africano hacia el continente europeo.

La policía aguarda en el puerto a las ‘sorpresas’ que se esconden en esos camiones.

Control de acceso al barco

El reloj marca las siete de la mañana. Empieza a amanecer. La Guardia Civil acompaña a la prensa al último control de acceso al barco que partirá con destino Almería a las 9:30 horas. Los efectivos de esa fuerza de seguridad se emplean a fondo registrando los camiones. Para ello, utilizan máquinas detectoras de latidos, pero también otros medios.

“Busca, ‘Fiona’, busca”. La que responde a ese nombre es una perra de la raza teckel que obedece las órdenes de su guía, un agente de la Guardia Civil. ‘Fiona’ olfatea a lo largo y ancho del camión. No parece notar presencia alguna. Pero es mejor hacer un examen más a fondo.

El vehículo está repleto de material y los espacios libres son mínimos. Sin embargo, cabe la posibilidad de que un niño o un joven de baja estatura se hayan podido ocultar allí. Ahora, la perra, de pequeñas dimensiones, necesita la ayuda del guardia civil, que con sus manos la sube a la puerta trasera del camión. El animal avanza y a los pocos instantes ya está de vuelta con su amo: no hay ninguna persona escondida.

Nos encontramos en la zona de seguridad del puerto, donde la Guardia Civil se encarga de los registros. Pero el primer control se lleva a cabo en la entrada al recinto portuario y es la Policía Nacional la que se ocupa de hacerlo. Dotada también de una unidad canina, su trabajo empieza a dar sus frutos.

Alguien oculto

‘Nina’ es una perra de la raza pastor alemán que ejecuta fielmente las órdenes del policía que ejerce de guía. Tras varias vueltas rodeando un camión, su olfato no falla: hay alguien oculto. Ahora, son los agentes quienes tienen que encontrarlo.

Las indicaciones de la perra hacen sospechar que la persona escondida se encuentra en la parte más alta del camión. Quizá en algún hueco en la zona superior de la cabina, o en el remolque. Los policías no tienen escalas y prefieren no perder el tiempo en buscar alguna. Uno de los agentes se sube sobre los hombros de un compañero y examina el lugar.

“Vamos, sal de ahí”, le dice al joven cuyo escondite acaba de descubrir. En realidad son dos los que se ocultaban, y uno de ellos parece dispuesto a obedecer. Al percatarse de la presencia de fotógrafos y cámaras de televisión, oculta su rostro con su ropa. Pero, cuando empieza a descender, da media vuelta y, junto con el otro, da una carrera sobre la estructura del camión, un intento desesperado de saltar por la parte trasera y emprender la huida. Sin embargo, en la cola del camión, otro policía les cierra el paso.

Mientras, el primero de los agentes ya se ha encaramado a lo alto del vehículo y trata de convencerlos para que bajen de forma voluntaria. Los jóvenes gesticulan agitadamente con sus brazos. “¡No foto! ¡No foto!”, le espetan al efectivo policial a causa de la presencia de los periodistas.

Vistas desde las murallas

Las murallas de Melilla la Vieja se asoman al puerto de esta ciudad española enclavada en el norte de África. Desde sus alturas, otros jóvenes y menores magrebíes  –marroquíes y argelinos, en concreto– contemplan la escena. “Están estudiando cómo colarse aquí”, afirma uno de los efectivos de la Policía Nacional.

En los altos del camión, el otro agente ha logrado persuadir a los dos jóvenes de que es inútil resistirse a su detención. Finalmente, bajan del vehículo ayudados por otros policías, quienes los conducen a una furgoneta que poco a poco se irá llenando de arrestados.

Le llega el turno a otro camión, en este caso, de doble remolque. Los perros hacen su trabajo y los policías tienen claro que ahora les tocará arrastrarse por el suelo para dar con los intrusos.

En los bajos del camión se divisan dos pies calzando unas zapatillas deportivas blancas a las que la grasa ha cubierto de manchas negras. Tras unos minutos de dudas, quizá por confiar en que los policías desistirían de sacarlo de su escondrijo, el joven sale reptando. Instantes después le sigue otro, cuyo rostro y vestimenta cubiertos de mugre reflejan en qué condiciones ha estado oculto quizá durante varias horas.  

Seis jóvenes escondidos en una atracción de feria

Las atracciones de feria son el lugar perfecto para que se oculten quienes buscan el sueño europeo accediendo clandestinamente a un barco. Llenas de huecos y cavidades, su interior puede revelar muchos secretos el día de la Operación Feriante.

En una de ellas, los policías encuentran a seis que deberán probar suerte en otra ocasión para viajar como polizones. Todos ellos son magrebíes, a excepción de uno, de raza negra.

“Caballero, ya te he visto. Tú decides si sales solo o si te ayudo a salir”. ‘Nina’ ha indicado a su guía la presencia de alguien en los bajos de otro camión, y el policía inicia con esas palabras un diálogo que el descubierto en su guarida continúa con lenguaje de signos. Tumbado entre el suelo y los bajos del vehículo, muestra al funcionario el pulgar apuntando hacia arriba.

“A este ya lo saqué del camión antes”

Acto seguido, se arrastra hacia fuera y se incorpora, seguido de otro joven aspirante a polizón. “A este ya lo saqué del camión antes de salir del recinto ferial”, interviene el conductor del camión. El ansia por escapar de la ciudad y poner los pies en suelo europeo les incita a intentar una y otra vez ocultarse donde sea para conseguir entrar en un barco.

Los dos son conducidos al furgón policial, pero el éxito en el registro anterior lo ha llenado por completo y ya no caben más detenidos. Deberán esperar a que la policía traiga otro automóvil para trasladarlos.

Por la tarde, la Delegación del Gobierno de España en Melilla informa de que la Operación Feriante se ha saldado con 69 inmigrantes localizados, de los que 31 son menores de edad. Pero las intervenciones continuarán.

Hacer ‘riski’

La noche ha cubierto esta parte de la España norteafricana. Ali insiste en su miedo a ser deportado a Marruecos. Se expresa con dificultad en español, pero escenifica su temor con un gesto elocuente: cruzando sus muñecas, representando que se las esposan como paso previo a su expulsión.

Ali ha llegado a Melilla procedente de Casablanca, a más de 600 kilómetros. Junto a él, una veintena de jóvenes y menores, muchos de ellos niños, se reúnen en la curva de la carretera de acceso al recinto amurallado. Desde allí observan los movimientos en el puerto, y también desde allí es donde intentarán hacer ‘riski’.  

Es así como se refieren a la acción de colarse clandestinamente en el perímetro portuario, para lo que deben descolgarse varios metros o saltar un vallado lleno de alambres de cuchillas. Muchos se han herido de gravedad al intentarlo. Otros han sufrido peor suerte, pereciendo ahogados al intentar entrar a nado o aplastados dentro de algún camión.

Visita de una ONG

Pasadas las diez de la noche, los niños de la calle reciben la visita de voluntarias de una ONG local que les traen alimentos. Mientras engulle su cena, Mohamed revela su plan para esa noche: “Haré riski”. Y otros compañeros repiten la misma palabra.

“Tengo dieciséis años”, asegura Mohamed cuando se le pregunta su edad. Pero su pequeña estatura y su rostro infantil hacen difícil creer que tenga más de doce. Se defiende bien en español, tanto que otros le piden que ejerza de traductor cuando quieren conversar con el periodista.

Mohamed fuma un cigarrillo con la apariencia de quien lo hace habitualmente, aunque su rostro sigue siendo el de un niño. Cuando se le dice que es muy joven para tener esa adicción, responde con una sonrisa pícara: “Tienes razón”.

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Manuel Vega

Escribo en periódicos. Ahora en @ElFarodeMelilla y updatemexico.com. Interesado en la Historia, la política internacional, los viajes y el deporte.

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