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Entre el box y la política

Los mexicanos aficionados al boxeo sin duda recordarán los combates entre Juan Manuel Márquez y Manny (El Pacman) Pacquiao, fueron cuatro combates espectaculares en los que el mexicano mostró la valentía y el coraje, además de una férrea disciplina en los entrenamientos y la preparación en cada enfrentamiento. El mexicano siempre supo que el Pacman era un rival sumamente difícil, un boxeador sin una técnica definida y una irreverencia que le había servido para ir ganando campeonatos, dueño de un aire de suficiencia que amedrentaba a sus rivales, rápido, ágil y muy poderoso. 

El mexicano se enfrentó en cuatro combates al Pacman, todos ellos fueron polémicos, en la primera de estas peleas obtuvo un empate, después vino el desempate con una derrota, la tercer pelea a decir de la mayoría de los mexicanos fue un robo mucho más descarado que los anteriores, pues ellos vieron ganar a su boxeador, incluso llegaron a decir que el dinero de las apuestas influyeron para que los jueces estuvieran del lado del filipino y que lo favorecieron sin haber mostrado más en el ring que su rival mexicano, esta pelea fue considerada un insulto para los mexicanos. En los ánimos de muchos quedó un mal sabor de boca por lo que consideraron un fraude, un complot entre los jueces para robarle el triunfo al mexicano. El público presente lo había visto ganar arriba del ring.

Desde ese momento era evidente que Juan Manuel Márquez no podría ganarle un combate por decisión, los jueces no iban a permitir que el Pacman perdiera y con él se viniera abajo el negocio de las apuestas.

La cuarta pelea fue apabullante, convincente, la derrota al filipino fue una masacre que brotó de la mano derecha del mexicano que se impactó en el rostro del Pacman y lo dejó noqueado, rendido, casi inconsciente. Entonces ya no hubo lugar a dudas: el mexicano fue el ganador. El boxeador mexicano  tuvo que dejar medio muerto al púgil filipino para que por fin lo reconocieran y nadie pudiera dudar de su triunfo.

Pues eso mismo está sucediendo en el ambiente político de México, el gobierno federal ha mostrado que desea tener embates importantes con la oposición, la cual hasta ahora ha mostrado una serie de movimientos que le han permitido esquivar los golpes que nacen desde las instancias federales más importantes del país, aunque la oposición ha salido bien librada no ha podido dar golpes contundentes, aunque ha tirado demasiados, estos no tienen la fuerza necesaria para dañar a su rival, el cual los adivina muy bien y se zafa sin esfuerzo.

El gobierno federal se muestra irreverente y retador en el combate, la oposición al parecer había menospreciado a su rival y se confío con tener a los medios y alguna parte del público a su favor, pero los jueces esta ocasión parecen ser  imparciales.  

La oposición tira muchos golpes, que si la economía, los niños con cáncer, la pandemia, ninguno parece hacer mucho daño. El gobierno federal lanza una combinación de tres golpes rápidos: la verdad histórica de Ayotzinapa, el cobro de impuestos a empresas deudoras del fisco, congelamiento de cuentas a los carteles y cierra con un gancho al hígado llamado Emilio Lozoya.

La oposición se tambalea pero no se cae, resurge con un volado con los números de personas muertas y empleos perdidos por la pandemia y ataca y ataca todos los días con información sobre el tema.

El combate sigue y los mexicanos siguen atentos, mientras no se les ocurra recurrir a la trampa y hagan lo que hizo el mexicano Antonio Margarito al enfrentarse al puertorriqueño Miguel Angel Cotto, quien de manera ilegal mojó las vendas con yeso y con esto le propinó una golpiza al puertorriqueño, mientras los golpes que se propinan sean legales ni quien se enoje.

En México el combate seguirá, ya que  ambos contrincantes saben que hay que darle muchos golpes al cuerpo para que caiga la cabeza.

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Alma Olvera Santos

Sindicalista, feminista, aficionada a las letras. Ganadora del 3er lugar en Narrativa de IV Concurso Internacional de Poesía y Narrativa Vivencias 2011, del Instituto Cultural Latinoamericano en Junin, Buenos Aires, Argentina.

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