Si de todos modos voy a morirme, ¿Qué sentido tiene seguir viviendo? Este fue el comentario que hizo una de las personas que acompañé durante dos meses en su etapa final de un cáncer de estómago.
Sentir miedo a la muerte es normal y forma parte de nuestra vida. Naturalmente todo lo que contiene vida, se dirige de forma imperativa camino hacia la muerte, desde la más pequeña célula hasta el mas inmenso mamífero o ser vivo. Este resulta ser el hecho mas humano que existe, de allí que sea lo que mas humano nos hace ser.
La muerte siempre se ha presentado como una experiencia que interrumpe nuestra vida, el mismo Martin Heidegger lo expresó al afirmar que no somos seres que morimos, si no, seres nacido para la muerte, dejando en claro de esta forma que, estamos allegados en esa meta final de nuestra existencia
Muchas han sido las interpretaciones acerca de la misma, reflexiones que han partido de darle sentido a la vida a razón de la muerte, pues se considera que la verdadera vida palpita tras el evento mortuorio. Otras, ven la muerte como un verdadero obstáculo que limita la plena libertad del hombre.
Surge para mí en este punto la reflexión que pretendo compartir en esta ocasión: Ya que la muerte es un fenómeno impajaritable y claramente perturbador para el ser humano, ¿Cómo asumirla de tal forma que no genere malestar en la vida misma?
Vivir preocupados por que la muerte nos podría llegar, es estar muertos anticipadamente. El poner nuestra mirada en una realidad que no existe Hic et nunc es simplemente estar sobreviviendo a las 24 horas de día, inmersos en una huida que lo único que nos va dejando es el cansancio de saber que mañana será otro día mas para correr.
Pienso que la frase popular de la cultura hindú nos sirve de clave de interpretación: “Si tiene solución, ¿por qué lloras? Si no tiene solución, ¿por qué lloras? No podemos añadir un día mas al momento en el que nuestra condición material se separa del misterio espiritual que habitamos. Es inevitable vivir el acontecimiento de la muerte de forma personal y definitiva. Lo que si podemos evitar, pues depende exclusivamente de nosotros, es la forma como vamos viviendo el proceso de preparación para dicho instante.
