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Wish You Were Here… a 45 años. Por cierto… “¿Quién de ustedes es Pink?”

En ocasiones, lo menos es lo más. Esa es la sensación que transmite el disco Wish You Were Here del grupo de rock progresivo británico, Pink Floyd. Este 12 de septiembre de 2020 cumple 45 años de haber sido dado a conocer al mundo.

Bastan cinco canciones en este disco para captar los mensajes que el grupo desea enviar. El mejor resultado se obtiene por medio de su música. Desde los primeros acordes ambientales en “Shine On You Crazy Diamond”, creados por la mente y manos de Richard Wright, quien proveía la base estructural de Pink con los teclados, hasta los lamentos en las notas más altas de la guitarra de David Gilmour, la batería jazzeada de Nick Mason o los reclamos vocales de Roger Waters, el disco es un cúmulo de sentimientos embotellados, canalizados y finalmente liberados.

El grupo había llegado a ser una banda mundialmente reconocida y prácticamente inmortalizada con Dark Side of The Moon de 1973, por lo que los ojos de todos estaban puestos en su siguiente material. En el primero, hablaban de la sociedad y sus neurosis, lo que compone y descompone a las sociedades y a sus individuos: el tiempo, el dinero. Somos nosotros y son ellos. En Wish You Were Here, hablan para sí mismos. Es un alto para hacer autocrítica, recordar de dónde surgieron y hacia dónde se dirigían.

(Una de las pocas fotos donde aparecen los cinco integrantes en la historia de Pink Floyd: Nick Mason, Syd Barrett, Roger Waters, Richard Wright y al centro, David Gilmour. 1968)

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Wish You Were Here es un regreso a las raíces sicodélicas (en fondo, no en forma) de finales de los 60’s, al grupo humilde que proyectaba burdas secuencias sobre las paredes de los lugares donde se presentaban, a las largas canciones de toques estilo sacro, a las improvisaciones motivadas u obligadas por su creador, Syd Barrett, quien a menudo los dejaba a la deriva durante los conciertos. Nadie sabía lo que Barrett haría. Era una sorpresa tanto para espectadores como para los miembros de la banda. Para nosotros… y ellos.

Por azar o destino, la composición de algunas de las canciones, se refieren a él, al hombre, al genio fallido, al “Diamante Loco”: “Recuerda cuando eras joven, brillabas como el Sol… brilla Diamante Loco. Ahora hay una mirada en tus ojos, como agujeros negros en el cielo… Brilla Diamante Loco”. No era una letra para una canción, era una adecuada descripción. Barrett los hizo despegar, los elevó como Ícaro para después caer, más el compositor caería solo.

Es bien sabido que durante la grabación de este material en los estudios de Abbey Road en Londres, Barrett, quien fue excluido de la banda debido a problemas mentales y al abuso de las drogas, reapareció como un espectro. Sus excompañeros no lo reconocieron. El joven guapo había desaparecido y en su lugar se encontraba un hombre pasado de peso, calvo y con las cejas rasuradas. La impactante imagen se tradujo en porciones que llegaron al material The Wall, algunos años después, tanto en el disco como en la película.

Pero en ese momento, Barrett parecía invocado por las dedicatorias de “Shine On” y “Wish You Were Here”. Después de eso, no lo volvieron a ver.

“Brilla, Diamante loco…”

La composición del disco es, como muchos otros de Floyd, conceptual, con canciones que se ligan una a otra en una sucesión de música y sonidos de ambiente, de cacofonías electrónicas futuristas y radios am.

“Shine on you Crazy Diamond” es la pieza principal, la que abre y cierra el disco. Consta de 9 partes, numeradas con romanos, de la I a la IX. Es prácticamente imposible saber dónde termina una y dónde inicia la otra. Tampoco es necesario. La primera porción, la más conocida y la que se volvió el inicio de sus conciertos, va de la I a la V.

Sigue “Welcome to the Machine”, con los temas líricos recurrentes de Waters. Es, casi de manera literal, una sarcástica bienvenida al mundo. Ya estás aquí, sólo hay una manera de salir…

“Have a Cigar” es canción y es anécdota. “¿Quién de ustedes es Pink?”, pregunta el futuro promotor musical. “Ven aquí, apreciado niño. Ten un habano, llegarás lejos. Volarás alto, nunca morirás”. “¿Te dijimos el nombre del juego? Lo llamamos ‘conducir el tren del gravy’”. El gravy, ese jugoso néctar que, por lo general, es manjar de otros cuando el animal ha sido sacrificado.

Tanto “Welcome” como “Have a Cigar”, son de tiempos más acelerados, de sonidos más eléctricos y electrónicos. “Cigar” es frenada abruptamente para ser cambiada de esa estación de radio en la que escuchamos los primeros acordes de “Wish You Were Here”. Gilmour interfiere consigo mismo: pasa de la guitarra eléctrica de una canción a la calma de la acústica en la siguiente. Las notas dejan de ser frenética secuencia para convertirse en la cadencia de las últimas gotas de lluvia.

“Cómo deseo que estuvieras aquí. Somos tan sólo dos almas navegando en una pecera… año con año, corriendo sobre el mismo viejo campo. ¿Qué encontramos? Los mismo viejos temores… deseo que estuvieras aquí…”

Y el viaje termina como inició, con el mismo tema, generando un círculo perpetuo. Virtuoso o vicioso, depende cómo se vea. Los teclados de Wright han pasado por una metamorfosis desde las primeras partes. “Shine on You Crazy Diamond” regresa, de la parte XI a la IX; es más agresiva, ha pasado por un periodo de corrosión, ese que agrega el propio oxígeno, las relaciones, la industria de la música, la vida misma. Ya no es petición, es exigencia. “¡Brilla!” pues no tienes alternativa.

Hoy cumple un año más, pero eso es lo de menos. Wish You Were Here está aquí para siempre.

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Iñigo Pérez

25 años en medios de comunicación, seguidor del comic (desde antes de que fueran "cool"), de la música, del cine y de las series. El arte se expresa de muchas formas... solo tienes que plasmar el tuyo.

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