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El cielo es azul pero, ¿y si fuera de otro color?

Cuando volteamos a ver el color del cielo, es indiscutible que es azul, pero nos hemos planteado ¿qué tal si fuera otro color? ¿cambiaría nuestra percepción del cielo?

Hay cosas que damos por sentadas, como el viento en nuestra cara, que el sol sale cada mañana, que nuestro cuerpo respira y vive, entre muchas otras certezas que tenemos pero, ¿nos hemos preguntado el por qué de las cosas?

En los días soleados, o en los que el cielo solo tiene pocas nubes, siempre está de un azul claro que solo cambia con las horas del amanecer o atardecer, cuando el cielo se torna de tonos cálidos hasta la llegada de la noche.

El azul que vemos no cambia, y en más de una ocasión nos hemos preguntado ¿por qué es azul? Pues hay varios elementos que influyen que el cielo sea de ese tono, así que hablaremos un poco de ellas.

Una explicación científica

Como sabemos, la luz observable que recibimos de los rayos del sol es una forma de energía que se transmite a través de ondas. Debido a que la luz es una onda electro-magnética, no necesita un medio tangible para viajar como sucede con el sonido.

Debido a esta característica, en la luz solar se componen infinidad de ondas que contienen diferentes longitudes de onda, por lo que al entrar en contacto con la atmósfera, el espectro de luz solar que percibimos debido a su corta duración es el azul, a diferencia de los colores como el rojo o el naranja, donde sus ondas son más largas.

Otro aspecto que influye, es un fenómeno llamado dispersión, que es cuando una onda de luz choca con una molécula, absorbe la luz y la dispersa en otra dirección. Lo que sucede con el color es que, al entrar en la atmósfera, las moléculas dispersan con mayor eficacia las ondas cortas (como el color azul) a las ondas de mayor longitud.

En la dispersión (descubierta por John Rayleigh en 1870) la luz del sol que atraviesa la atmósfera es dispersada por las moléculas gaseosas de aire, lo que produce que veamos todo el cielo de ese mismo tono, al igual sucede con la luz que emite el sol, ya que al dispersarse en la atmósfera pierde su color amarillento y queda el tono blanco que vemos en el sol.

La luz del atardecer

A diferencia del azul que vemos durante el día, en el atardecer los tonos cálidos toman en protagonismo ante el cielo azul. El sol, al ir bajando al cielo la luz pasa por zonas de la atmósfera más cercana lo que produce que los colores que se dispersaron en el cielo tengan mayor alcance y podamos percibir los tonos cálidos.

De igual forma, los elementos como las partículas de polvo, los gases en el ambiente o la contaminación influyen en permitir el paso de la luz azul y reflejan las ondas lumínicas de larga duración.

La atmósfera tiene un gran peso en la dispersión de la luz, ya que en otros planetas como Marte, su atmósfera contiene diminutas partículas de polvo y dióxido de carbono lo que produce el efecto contrario, el cielo se ve amarillento en el día y azul al atardecer.

El cielo no es azul, sino violeta

Un hecho curioso es que, si bien vemos el cielo color azul, en teoría sería color violeta. ¿Cómo? Sí, el cielo es violeta.

Hay dos motivos principales, en el primero, debido a la dispersión, las ondas de luz como los tonos violetas se encuentran manifestadas con mayor duración en el ambiente, pero nuestra visibilidad es limitada, ya que nuestros ojos tienen mayor sensibilidad al azul, lo que ayuda a que distingamos el color azul en el cielo. En segunda, porque hay menor luz violeta que luz azul en la luz solar.

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Mar

Escritora, redactora. Egresada de la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas, fui parte de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM. La escritura es el camino y la meta, y siempre estoy pensando con palabras.

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