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¿Se tambalean los pilares de la paternidad?

Tradicionalmente la figura paterna ha sido ligada a la autoridad. La voz del padre casi es sacrosanta; su lugar se ubica en la cabecera de la mesa, y a él se le sirve de manera prioritaria; su función ha sido proveer de bienes económicos a su familia. Este es uno de los anclajes de la paternidad en México.

Sin embargo, los pilares de lo que tradicionalmente ha sido importante en la paternidad, la función de autoridad y de provisión económica, se tambalean ante los nuevos roles que desempeñan las mujeres, advierte el.

Así lo advierte Leonardo Felipe Olivos Santoyo, especialista en masculinidad hegemónica y nuevas masculinidades e investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM.

En la víspera del Día del Padre, que en México se celebra el próximo día 18 (el tercer domingo de junio de cada año) Olivos Santoyo refiere que la paternidad ha sido el espacio de confrontación de varios hombres para decir: “yo no quiero eso”, respecto a lo que a ellos les tocó vivir con sus propios progenitores.

“Nos encontramos en una situación de transformación profunda que, en general, los hombres todavía no avizoramos; ¿cuál es el lugar que vamos a ocupar después de este maremágnum, del papel enorme que las mujeres protagonizan en distintos lugares de la sociedad y del mundo?”, reflexiona.

Esto es una suerte de revolución global, y la respuesta de los varones ante la pérdida de su lugar central en el mundo es de azoro, de conmoción que se puede expresar de distintas formas, señala.

“Estamos en un pasmo, en una falta de claridad de cuál será nuestro lugar y cuáles serán las formas de rearticular nuestras relaciones con las mujeres y con otros hombres”, añade el investigador.

Para el universitario, en la actualidad es posible “abrir el velo y comenzar a pensarnos y valorar lo que somos como padres de hijas e hijos, frente a lo que fuimos como hijos de ciertos padres”.

Hay una situación de punto de inflexión en varios hombres que buscan formas distintas a la tradicional de ser papá: proveedor, poco involucrado en la crianza y en la educación, figura de autoridad y a veces del autoritarismo familiar, y sin un efectivo vínculo afectivo.

A esas paternidades que varios vivimos y padecimos, reconoce, tenemos la posibilidad de mirarlas de manera crítica e intentar cambiarlas. No obstante, lo nuevo está lejos de llegar porque implica transformar toda una estructura de privilegios, y muchos no quieren renunciar a ellos.

“El privilegio no se pregunta, no se cuestiona, se da por hecho, se vive, se disfruta, se asume. En la medida que aparecen y se convierten en un asunto naturalizado, las estructuras de poder son la garantía de su reproducción al infinito”.

Por eso, ante las nuevas masculinidades, los hombres tienen discursos diversos y diferentes direcciones; al mismo tiempo estamos frente a uno de los periodos de violencia contra las mujeres más brutales, alerta Olivos Santoyo.

Hay expresiones claras que señalan la reavivación de una misoginia beligerante. La violencia contra ellas, destaca, tiene que ver con la pérdida de centralidad que los hombres hemos comenzado a experimentar debido a las impresionantes transformaciones impulsadas por las mujeres.

“Uno cree que todo esto es en clave de igualdad y libertad, pero las nuevas masculinidades también se están produciendo en una hiperviolencia, hipermisoginia y en una hiperhomofobia, transfobia, racismo, clasismo”, y demás elementos sobre los que descansa la masculinidad hegemónica.

Por supuesto, hay grupos en la sociedad que todavía se resisten al cambio. Hay una paternidad irresponsable y por ello 18 por ciento de los hogares son monoparentales (encabezados por mujeres que se quedaron solas porque los hombres se dieron media vuelta y dejaron a su familia). “La falta de manutención es tan grande que vemos que se han comenzado a castigar tales ‘usos y costumbres’”.

En la educación hay una dimensión formal; pero hay otros espacios que también nos “educan”, como los medios de comunicación y cada vez más las redes sociodigitales. Sus contenidos, considera, deberían llevarnos a una reflexión en torno a la importancia de que los padres tengan otro lugar en la crianza y educación de hijas e hijos.

Se deben generar discursos que legitimen y hagan deseable que los varones se entreguen en cuerpo y afecto a sus hijas e hijos. Pero “si seguimos viendo y escuchando lo mismo, esto no va a cambiar”, enfatiza Olivos Santoyo.

La intención de celebrar el Día del Padre inició en 1910, encabezada por Louise Smart Dodd, una mujer estadounidense que intentaba lograr el reconocimiento del papel de los padres en la sociedad. Fue hasta 1972 que se oficializó el tercer domingo del mes de junio para brindarles un homenaje.

Datos del Censo de Población y Vivienda (2020) indican que en México había 44.9 millones de hombres de 15 años y más. De ellos, 21.2 millones (47 por ciento) se identificaron como padres. La edad promedio fue de 45 años. Por grupos de edad, 26 por ciento de esta población tiene de 40 a 49 años; 25 por ciento de 30 a 39; 35 por ciento, más de 50; 13 por ciento de 20 a 29; y uno por ciento, de 15 a 19 años.

Con información de la UNAM

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