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Violencia obstétrica: una violencia invisibilizada

La violencia obstétrica es una forma de agresión a las mujeres que están en proceso de gestación.

La maternidad y el hecho de convertirse en madre trae consigo distintas aristas que van en torno a conversaciones sobre el papel de las mujeres en la sociedad, el deseo de ser madre y la imposición de la maternidad, el acceso a la salud e información con respecto a la maternidad y en especial, una red de apoyo con respecto a las mujeres que desean ser madres, ya que la maternidad no se sostiene sola.

Entre los distintos tipos de violencia por razones de género que hay, estamos acostumbrados a conocer la violencia sexual, física y psicológica, pero también existe un tipo de violencia de la cual no se habla tan frecuente: la violencia obstétrica.

La violencia obstétrica es un tipo de violencia contra las mujeres y personas con capacidad de gestar que se desarrolla en durante la atención obstétrica en los servicios de salud públicos y privados.

Esto consiste en cualquier acción u omisión por parte del sistema de salud que provoque daño físico o psicológico durante el embarazo, el parto y la recuperación.

La violencia obstétrica en México

Las manifestaciones de la violencia obstétrica pueden darse a nivel físico o psicológico, en donde el primer punto de contacto son las malas prácticas que se han hecho a las mujeres que van a hacerse una revisión médica de su embarazo, o en las prácticas invasivas, como hacer una cesárea sin justificación, la esterilización no consensuada o forzada, el suministro injustificado de algún medicamento, el retraso ante la urgencia médica o indolencia ante la urgencia médica.

Otro tipo de violencias que se dan dentro de, es la realización de actos discriminatorios, uso de lenguaje ofensivo, humillante o de tono sarcástico, además de falta de información sobre el proceso reproductivo.

Entre 2011 y 2016, el 33.4% de las mujeres de entre 15 a 49 años que han tenido un parto, han sufrido algún tipo de maltrato por parte del personal.

Entre los estados que tienen mayor índice de violencia obstétrica está el Estado de México, la Ciudad de México, Tlaxcala, Morelos y Querétaro.

Por otro lado, la frecuencia con que a las mujeres les es practicado una cesárea sin justificación o en especial, la esterilización no forzada, se han convertido en las dos formas de violencia que más han tenido incidencia, ya que de las 3.7 millones de mujeres a las que se les realizó una cesárea, el 10.3% no se les informó una razón y al 9.7% sucedió un una autorización previa.

Las mujeres indígenas, propensas a mayor violencia

Los testimonios de mujeres que han sido víctimas de algún abuso o violencia obstétrica han ido aumentando y conociéndose en los años recientes gracias a la difusión de las redes sociales.

Los medios han tenido gran relevancia en denotar que hay una violencia que existe y no es atendida debidamente, ya que muchas mujeres que pueden sufrir este tipo de violencia es todavía difícil ser consciente de que está siendo víctima de una.

En años recientes, han salido reportajes sobre las mujeres a las que se les ha implantado un método anticonceptivo invasivo sin su consentimiento, en especial a las mujeres marginadas, como las mujeres indígenas y las mujeres que tienen dificultades económicas.

Las mujeres indígenas son las que tienen mayor tasa de violencia obstétrica, pues 4 de cada 10 mujeres indígenas han sido víctimas de maltratos, humillaciones, agresiones psicológicas, físicas y verbales hasta implantación forzosa de métodos anticonceptivos, negación del servicio, entre otras.

Por otro lado, las condiciones en las que son atendidas pueden llegar a ser precarias, insuficientes, sobresaturadas y violentas, lo que pone en riesgo a las mujeres.

La violencia obstétrica es un problema de salud pública, pues las mujeres merecen condiciones dignas y justas durante su proceso de embarazo, con información clara y precisa y con plena consciencia en la toma de decisiones para ellas y sus hijos.

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Mar

Escritora, redactora. Egresada de la carrera de Lengua y Literatura Hispánicas, fui parte de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM. La escritura es el camino y la meta, y siempre estoy pensando con palabras.

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