Para 1994, the Offspring ya tenía sus buenos 10 añitos de haberse formado. Contaban con dos discos de estudio y una carrera respetable, si no de carácter mundial, hecho que cambió para 1994, cuando dieron a conocer Smash.
La placa y el grupo también se convertirían en un bastión para todos los amantes del rock, jóvenes y no tan jóvenes, que venían cómo, poco a poco y casi imperceptiblemente, la industria le daba la espalda al rock para ceder el paso a géneros como el hip hop y el pop de las boy bands.
El grunge, el alternativo volvían a eso, a los garajes, a los lugares pequeños y el género musical que había representado a la juventud, a la rebeldía durante tantos años, quedaría guardado en el clóset del conformismo.
Incluso los mismos grupos como Offspring y otros contemporáneos, se cubrirían de una capa protectora de pop. Y es que -después de todo- para sobrevivir también hay que alimentarse. Pese a ello, el grupo retendría la autonomía creativa y compositiva, hecho raro en una época en la que es difícil concebir un track que no sea compuesto por más de 5 personas.
Offspring es representante de la cultura de la patineta, del desadaptado, aunque no nada más de ellos. Y temas como Self Esteem se volverían los himnos de aquellos quienes, con tristeza, daban el adiós a Nirvana. Jóvenes impactados que habían perdido a un ícono, se refugiaban en este disco que sonaba un poco a grunge, pero que a su vez, contenía fuertes influencias de punk.
La banda californiana aún tendría más fama por delante para después, regresar a sus orígenes y abandonar parcialmente el “mainstream”. Pero así sucedió con toda agrupación de rock noventera. Este género, el rock, continúa aguardando su nuevo momento de explosión y así será eventualmente. Sólo esperamos que suene igual de bien que Offspring.
Smash, tercer disco del quinteto, llegó a las tiendas el 8 de abril de 1994.