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Cómo tener la conversación correcta

Típico que tienes tanto que decir y cuando llega el momento no dices ni pío, o si llegas a decir algo, no es la totalidad de lo que querías expresar, pero en cuanto dejas de estar en esa conversación, ahí sí se te ocurren todas las ideas geniales que de mucho te hubieran servido, pero, ¿adivina qué?, el hubiera no existe y la preparación, ya te la sabes, ¡es todo!

No solo es tener ganas de decirlo, es entender que debajo y encima hay una intención, tienes un motivo y por eso accedes o pides establecer una pequeña charla con ese alguien, échale ojito a lo siguiente, te servirá cañón.

Escribe previamente, funciona mucho.

Aunque no lo creas, hacer anotación de lo que quieres hablar es crucial, mientras más claro y estipulado, será mucho más difícil que se te vayan las ideas por la tangente. Al escribirlo tu cerebro lo registrará en automático, por aquello de que te de pena sacar tus “fichas técnicas”.

Acciones sin prejuicios.

“Yo pensé”, “yo entendí”, “yo supuse”, nada de eso, conduce tu conversación a los hechos, deja fuera los juicios y aborda todo desde lo que realmente sucedió o sucede, difícil sí, imposible no.

Aclara cuando expongas tu opinión.

Es muy importante que obvies, ojo aquí, nunca sugieras, deja muy claro cuando un comentario es únicamente una opinión, “en mi opinión”, “yo creo”, “yo pienso”, también no seas tan barroco con frases como “en mi muy humilde e inválida opinión, porque yo quién soy para opinar, me atrevo a decirte que…” eso es fatal, menos es más, no lo olvides.

Actuar no servirá.

Si la emoción te invade ante una situación, es normal y natural, pero no repliques eso en una conversación, aquí es cuando a muchos se les calienta la mecha y explota todo. Es sumamente importante que puedas explicar cómo te hizo sentir el hecho sin la obviedad de las lágrimas, los gritos, los sollozos o el ataque. Si no puedes gobernarte en eso, lo único que provocarás es que la otra persona no te escuche y peor aún, no entenderá el fallo que tuvo, no será empático y muy seguramente regresarán al punto en el que comenzaron o más para atrás.

Yo hablo, tú escuchas, tú escuchas, yo hablo.

Cuando te toque escuchar, no hagas otra cosa en tu mente, no te estés mal viajando, nada de ir teniendo tú tu propia junta interna, ponle atención a quien te hable y activa expresiones fáticas, esas que te ayudan a reconocer que estas en el mismo canal, corrobora lo que le estás captando, “entonces tú opinas que…”, “coincido en eso”. Tampoco te distraigas con el celular, limpiándote las uñas, acomodándote el pelo, o papaloteando por todos lados, haz contacto visual.

Soluciones a la vista.

Si lo que quieres es ganar, tienes que ceder, nutre tus ideas con las de quien te escucha y medien la situación, de otra forma no será todo imposición, piensa en los marineros que fueron capaces de dejar en el camino carga innecesaria para llegar a a buen puerto. 

Una conversación requiere entonces de mucha claridad, preparación e inteligencia. La práctica hace al maestro, todo ello te hará a ti expresarte mejor, solucionar y dejar de reaccionar al conflicto.

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