La necesidad es la madre de la creatividad. Y a la vez, la creatividad es una necesidad. Tal es la manera que lo demuestra el gran Will Eisner y su “Contrato con Dios”.
Fue en el mes de octubre de 1978, que se puso a la venta un nuevo formato de comic, denominado elegantemente, “novela gráfica”. Pero, a final de cuentas, era un comic.
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Will Eisner fue uno de los pioneros del medio en todas sus vertientes; hizo el salto de las tiras de periódicos (que podían ser muy bien pagadas) a la naciente industria del comic. Innovo en esa rama con su narrativa y fundó un estudio de producción dedicado a crear historias para venderlas ya terminadas a las editoriales. Entre sus trabajadores y pupilos, se encontraban un par de jóvenes de nombre Joe Simon y Jack Kirby.
Tiempo después, Eisner, incursionó en la creación de manuales técnicos para los soldados, narrados a manera de comic, mucho más fáciles y rápidos de comprender; de esta manera, participó en tres guerras. El escritor y dibujante también creó comics para la didáctica en las escuelas primarias. Eso, sin contar que hay generaciones de lectores que lo recuerdan por su inmortal personaje, The Spirit.
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Eisner ayudó a fundamentar la narrativa del comic norteamericano y demostró que para la expresión gráfica no hay límites ni convencionalismos. Él era, según sus propias palabras, un testigo gráfico que reportaba sucesos y acontecimientos propios y de terceros.
La necesidad que tenía de expresarse, lo llevó a crear algunos relatos urbanos de su infancia, biográficos e inventados. Como dice el artista, “algunos son reales, otros pueden serlo”.
Sus nuevas historias no se apegaban a lo que se publicaba en la industria del comic, pues en sus relatos no había aventura (al menos, no aventura fantástica). Por ello, Eisner las agrupó a manera de libro e intentó buscar una editorial que quisiera publicarla. En todos los casos, la respuesta fue “no”.
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Entonces, el siempre creativo Will, replanteó su estrategia y buscó de nuevo la manera de colocar su obra, vendiéndola como una “novela gráfica”, un título simplemente más rimbombante que la alejara de su cuna “vulgar”. Y fue así, que A Contract with God, fue publicada por medio de Baronet Publishing, en ese octubre de 1978.
De paso, Eisner acuñó un término (no planeado).
Hoy en día, vemos esa denominación usada en múltiples lugares; por ejemplo, en las adaptaciones cinematográficas o series televisivas; sin embargo, una novela gráfica no deja de ser un comic, insisto. En ocasiones, también puede referirse a la recopilación de una historia que se vendió primero en capítulos como comic mensual, y que se reagrupa para venderla completa, en formato de libro.
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A Contract with God, son cuatro historias de Eisner, retomadas de uno de los lugares donde vivió durante su niñez, Dropsie Avenue #55, the Bronx, New York, cerca de la estación elevada de trenes.
Como lo indica el autor, en estos lugares no existía anonimato y mucho menos privacidad, los edificios eran pequeños y repletos de gente. Muchas de esas personas permanecían ahí de por vida, “atrapados por su pobreza o por su vejez”. A la vez, había rotación permanente, familias iban y familias llegaban, dependiendo de su suerte.
Las calles, asegura Eisner, tienen personalidad y vida propia; nacen, crecen y envejecen. Asimismo, las moradas son como barcos, pues llevan a sus habitantes por un viaje, el de la vida, los amaneceres con sus anocheceres, las tristezas y también las alegrías. Es en este concepto que se centra el escritor para la creación de su novela ilustrada.
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El título se debe a la primera historia, basaba parcialmente en la vida de Eisner, quien pierde a su única hija cuando tenía 16 años. En el relato, es Frimme Hersh quien pierde a su hija adoptiva. “Esto no debió haber pasado”, pues Frimehleh (como le llaman afectivamente), había hecho en su niñez un contrato con Dios.
La siguiente narración, The Street Singer (El cantante callejero), es la historia de un contador afectado por la Gran Depresión, caído en desgracia y que se gana la vida cantando anónimamente en los callejones a cambio de unas monedas. Esta actividad era común en la niñez de Eisner, quien escuchaba a los trovadores de calle, únicamente dotados de su voz, cantando algún aria y desafinando en una que otra nota.
The Super (El conserje), es otra romantización por parte de Eisner a una figura de su pasado, el malhumorado encargado del edificio quien, en el relato, podría llegar a ser derrotado por un diminuto enemigo, aún más maligno que él.
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Cookalein, no tiene traducción literal y tampoco es un término muy conocido en la actualidad, más es una deformación de las palabras “cook alone” (cocina solo) y se refiere a antiguas granjas que se abrían al turismo durante la temporada de verano. Estos lugares eran baratos y permitían vacacionar a las familias de menos recursos, generalmente migrantes judíos. Cada persona debía llevar sus sábanas y hacer su comida, no había limpieza y mucho menos, mucamas. En este lugar, Eisner nos cuenta su historia más personal, su primer encuentro con el amor. Si es que se le puede llamar así.
A Contract with God, fue un éxito y no se ha dejado de publicar desde ese momento.
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Años más tarde, Eisner expandió su novela hasta convertirla en una trilogía (que puedes encontrar editada de esta forma), con A Life Force (Una fuerza de vida) y Dropsie Avenue (Avenida Dropsie), en 1988 y 1995, respectivamente.
Desde que Eisner consiguió publicar su obra, esta se ha traducido a varios idiomas, incluso el yiddish. Un gran avance, dice su autor, quien en 1978 no podía convencer que alguien la aceptara. DC Comics también ha impreso la novela gráfica de Eisner.
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“Un contrato con Dios” (y el término “novela gráfica” o “graphic novel”), cumple 45 años de su publicación. A Life Force (que cubriremos en otra ocasión), llega a los 35.
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Te ofrezco más información de este titán del comic:
